Una de las películas más reverenciadas pero más vilipendiadas, El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith es importante por los mismos motivos que provoca reacciones tan divergentes. De hecho pocas veces ha merecido una película tales alabanzas y menosprecio, lo cual aumenta en muchos sentidos el valor de la cinta, no sólo en los anales del cine sino como producto histórico escencial ( algunos dirían reliquia).
Se sabe que Griffith, que basó su película en la obra explíctamente racista de Thomas Dixon “The Clansman: An Historical Romance of the Ku Klux Klan, era indiferente al sesgo racista del tema. Hasta que punto fue cómplice de propagar un mensaje tan nefasto ha sido objeto de debate durante casi un siglo. Sin embargo no se han debatido los méritos artísticos y técnicos de la obra. Griffith solía estar más interesado en las posibilidades del medio que en el mensaje y en este sentido sentó las bases del Hollywood Moderno.
El nacimiento de una nación fue el primer relato histórico, y demostró que, incluso en la era del cine mudo el público estaba dispuesto a permanecer sentado durante tres horas para ver un buen drama. Gacias a incontables innovaciones artísticas, Griffith creó el lenguaje cinematográfico moderno, y si bien algunos elementos de la película pueden parecer hoy anticuados o peregrinos, todas las películas posteriores están virtualmente en deuda con ella, sea en la forma o en la planificación. Griffith introdujo el uso de los primeros planos drámaticos, tomas de persecución y otros movimientos de expresivos, secuencias de acciones paralelas, secuencias simultáneas que se van alternando y otras técnicas de montaje, además de la primera banda sonora orquestal. Es una pena que todos éstos elementos innovadores estuvieran al servicio de una historia de tan dudoso valor.
La primera mitad de la película transcurre antes de la guerra de la Secesión y explica la introducción de la esclavitud a los Estados Unidos. Presenta a dos familias: los Stoneman, del norte y los Cameron, del sur. La historia se narra a través de éstas familias y a menudo de sus criados, desplegando los peores estereotipos raciales. Cuando la nación queda dividida a causa de la guerra, se muestra a los esclavos y abolicionistas como la fuerza destructora que impulsa los acontecimientos.
El racismo de la película es peor aún en la segunda mitad, que se desarrolla durante la recontrucción de la posguerra y narra el ascenso del Ku Klux Klan, cuyos mienbros se consideran los héroes de la película. El hecho de que Griffith introdujera con calzador una hsitoria de amor en el seno de su guerra de razas es absolutamente audaz. Es con frecuencia, emocionante y perturbador al mismo tiempo.
No cabe duda que El nacimiento de una nación es una potente herramienta de propaganda con un fuerte mensaje político. Solo el puritano Ku Klux Klan puede mantener la unidad de la nación, parece decir, de modo que no es de extrañar que, incluso en aquella época, la película fuera recibida con indignación. De todos modos, el hecho de que El nacimiento de una nación siga siendo respetada y estudiada incluso en nuetros días revela su importancia intemporal a pesar de la temática.
De las “1001 películas que hay que ver antes de morir de Steven Schneider.