La tradición de regalar huevos como símbolo de vida y fertilidad comenzó mucho antes de la Era Cristiana, pero fueron justamente los cristianos quienes le otorgaron un significado de religiosidad. Los huevos de pascua, entonces, representan la resurrección y la vida de Jesús.
En la antiguad antes de los eventos relatados en los evangelios, muchos pueblos creían en seres mitológicos como el Ave Fénix, del cual se decía que cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave fénix, siempre única y eterna.
Esto ocurría cada quinientos años. dotando así a esta ave legendaria del simbolismo de resiliencia, una capacidad que algunas personas tienen para renacer de situaciones adversas y salir adelante. Por eso la gente creían ver en los huevos esta simbología y ya eran utilizado con fines de celebración en al antiguo Egipto.
La tradición de comer huevos al finalizar el invierno es una reminiscencia de la Edad de Hielo. Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con la llegada de la primavera volvían las aves desde el sur (esto solo es aplicable al hemisferio norte) y empezaban a poner huevos, de los que se alimentaban los seres humanos hasta que podían volver a cazar con la llegada de mejores temperaturas.
Si hablamos de los huevos como símbolo cristiano, estos huevos tienen el sentido de una ‘vida nueva’, tal como significa la palabra Pascua, la cual deriva de la etimologia hebrea Pésaj que tiene como referencia a la acción de festejar un paso, un tránsito, un cambio, una transformación. Y en el sentido cristiano una nueva vida que nos da Jesucristo resucitado.
Y fue en el transcurso de la Edad Media, que los huevos de Pascua se volvieron una tradición , en donde al finalizar la Cuaresma (El domingo de resurrección) las personas obsequiaban huevos a sus seres queridos. La Pascua era la oportunidad de comer huevos y carne después de una semana de abstinencia. Entre los siglos IX y XVIII, la Iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma por considerarlo equivalente a la carne, y por ello la gente los cocía y los pintaba para diferenciarlos de los frescos y poder consumirlos el día de Pascua de Resurrección.
Con el tiempo, estas tradiciones se incorporaron a la festividad de Pascua y hoy en día el huevo de Pascua es un símbolo universal.
En la actualidad, la tradición continúa con algunas variaciones. En Europa se mantiene la costumbre que data desde la Edad Media de adornar huevos con teñidos y pintados. Aunque parece que la práctica de huevos ornamentales era principalmente elaborada por clases altas o de recursos, mientras que para los de menos recursos se difundió la decoraciones más sencillas, como con el empleo de hojas de árbol para crear patrones sobre el cascarón.
El comercio y la modernidad, por su parte, se han encargado de incorporar los huevos de chocolate, y los huevos de plástico para ser llenos de dulces, y que según la leyenda son escondidos por el conejo de Pascua para que los niños los busquen, y por consiguiente, los encuentren y se los coman.
En Argentina y Uruguay, se conserva la tradición de regalar huevos de Pascua decorados artesanalmente con glasé multicolor o bien en chocolate. Mientras, en el norte de México huevos rellenados de confeti, conocidos como cascarones, son decorados y cubiertos con papel.
Con respecto al conejo de Pascua hay que mencionar que es una leyenda la cual relata que un conejo trae canastas llenas de huevos de colores y dulces a los hogares de los niños, y por ello tiene similitudes con Papá Noel, los Reyes Magos, el Hada de los Dientes o el Ratón Pérez, quien dan obsequios a los niños que cumplen requisitos como la bondad. Aunque sus orígenes no están muy definidos, se supone que la elección del conejo se debe a su prolífica capacidad de procreación, de gran valor simbólico en una temporada de fiestas dedicadas a la fertilidad de la tierra tras el invierno. Su uso se remonta a pueblos antiguos del norte europeo, que veían en la liebre un símbolo: sus fuertes patas traseras le permiten moverse siempre hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le dificultan el descenso.
Desde antes de Cristo, el conejo era un símbolo de la fertilidad e inmadurez gonadal asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril. En alusión a esa diosa, en algunos países centroeuropeos a la festividad de Pascua se la denomina “Easter”. Dentro de las tradiciones referidas a este personaje de las pascuas, existía una leyenda alemana en la que una mujer pobre, incapaz de ofrecer dulces a sus hijos, escondió en el jardín huevos decorados. Los niños, al ver a un conejo, creyeron que había puesto huevos. Desde entonces, los niños fabricaban un nido que se encontraba en el jardín a la espera de los huevos del conejito de Pascua, que se llena durante la noche. Es así que partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania. Una de las figuras favoritas de los pasteleros para fabricar figuras de chocolate era el conejo de Pascua.
Otra leyenda nos relata que cuando fue enterrado Jesús en el sepulcro nuevo, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto. El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y y así pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!. El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar a todo el mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado con los pigmentos que encontrara en el bosque, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría, y así lo hizo. Desde entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.
A fin de entender cómo y por qué el conejo fue asociado con la Pascua, tenemos que remontarnos a la antigua Mesopotamia y Siria. Hace tres mil años, las liebres simbolizaban la muerte y el renacimiento para estos pueblos antiguos. Con el tiempo, las asociaciones hechas con las liebres se pasaron a los conejos porque comparten muchas características. Esta asociación con la muerte y el renacimiento puede ser el porqué los conejos eran representados en tumbas del mundo grecorromano. Los primeros cristianos adoptaron al conejo como símbolo para sus tumbas también.
Como se puede ver, ha existido una conexión de larga data de las liebres y los conejos con la muerte y el renacimiento; o, en el sentido cristiano, con la resurrección. Hacia los años 1890, los aspectos paganos y folclóricos de la Pascua como celebración de la primavera quedaron plenamente establecidas y fueron comercialmente explotados en América, especialmente en Estados Unidos, donde realizan desfiles, fiestas y elaboradas búsquedas de huevitos; incluso la Casa Blanca se suma a la acción con su propia búsqueda de huevitos anual en el césped.
Informe e investigación de Juan Oscar Wayar